CONTINUACIONES Homero
Glorioso, Joaquin Carri
1) Estuve en el paraíso ayer por la noche.
Donde las preocupaciones no existían, tampoco los recuerdos; sólo el presente,
donde no se tenía una visión sobre el futuro, ni recuerdos sobre el pasado.
Sólo quietud; en donde descansaban las almas. Pero en ese paraíso no me
encontraba solo, había siluetas que me pasaban por al lado y me susurraban
algo; no eran palabras, eran susurros, pero yo entendía perfectamente qué
querían decirme: al final del camino iba a estar ella, la Reina de todas las
almas.
Cuando
finalmente llegué a ella no tardé en notar su resplandor; una luminosidad
enceguecedora pero bella. Me miró y dijo delicadamente: “Bienvenido. Aquí
descansarás en paz hasta que el próximo cuerpo te aloje”.
No respiraba ni parpadeaba, no tenía
manos, ni pies, ni cabeza; básicamente no tenía cuerpo. Era un alma flotante en ese mundo mudo, donde
no había ni tiempo ni espacio. Cada tanto pasaban siluetas ¿Sería yo una de
ellas? No podría saberlo, no me podía ver
a mí mismo. No tenía impaciencia, es decir, no quería irme de allí pero
tampoco quería quedarme.
¿Estaba en el cielo? En el infierno
sabía que no estaba, no había sufrimiento, no había dolor, ni pena. Tampoco
había placer, ni comodidad. No era nada. ¿Sería el limbo?
Empecé a asustarme, estaba sintiendo
cosas otra vez. Un remolino se abrió debajo o encima de mí*, me estaba absorbiendo
¿a dónde me dirigía?
2) Primavera del 2016 en Buenos Aires.
Todos se preparaban para los festivales que se armaban en los barrios. Muchos
colores, disfraces y espuma de carnaval decoraban las calles y los cuerpos de
los vecinos. Pero había alguien que no estaba tan preparado, ni tan contento…
Ese era Felipe.
Felipe había nacido en Palermo,
vivió allí hasta los 22 años. Cuando era pequeño jugaba con su vecina Emilia.
Cuando fueron creciendo se dieron cuenta que estaban enamorados. Hasta que una noche,
ella y la familia se fueron de vacaciones. Emilia le dio una carta a Felipe,
pero le advirtió que no la leyera hasta el día siguiente.
Solían festejar todo juntos: la
navidad, el año nuevo, hasta las pascuas. Pero la fecha más importante era la Fiesta
de la Primavera. Era alegría, sonrisas, música, algo de espuma y… amor.
El niño estaba acostado y muy
enojado en su cama, tenía el corazón roto. Ella iba a volver, pero él todavía
no sabía de abandonos. Tenía muchas ganas de abrir el sobre que contenía la
carta y leerla, pero hizo caso a las palabras de Emilia.
A la mañana siguiente Felipe
desayunó, anduvo en bici por el barrio, se bañó en la pileta, y cuando estaba
almorzando recordó que tenía un papel muy importante por leer. No lo
encontraba. Le preguntó a su madre si lo había visto. Revisó en la basura y no
estaba. La había perdido.
Una noche (ya habían pasado dos meses
desde la partida de Emilia) estaban cenando y Felipe hizo un comentario: “Largas
vacaciones las de la vecina”. La madre se puso seria y dijo: “Hijo, después de
la cena tenemos que hablar”.
me gustó como los siguieron y como quedaron, mas el segundo que el primero.
ResponderEliminarCada vez me atrapan más, muy buen trabajo compañeros.
ResponderEliminarMe esta gustando mucho como siguen los marcos, chicos un alpauso
ResponderEliminarEs muy interesante como continuaron los marcos y me gusta mucho, el primero me parece una historia muy original y esta bueno saber que ese personaje no es un "ser" ,sino un alma.
ResponderEliminarme saco el sombrero , muy buen material , la consigna de integrar a los personajes la lograron !!!!
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